Siempre un librepensador, franco, fraterno, humilde, filantrópico.
Por costumbre se entiende que un hombre es libre cuando tiene la plena libertad de expresar sus pensamientos, y es aquel que nunca acepta imposiciones de ninguna índole y menos cuando estas atentan contra sus principios y valores, y que de ninguna manera ilegal acepta el someterse a la voluntad de un tercero.
Se es libre porque no comparte ni
acepta ningún tipo de dogmatismo que pueda nublar su inteligencia que lo
conlleven a desvirtuar la realidad de las cosas tal como en verdad estas son;
También se es libre si no se tiene ninguna restricción en su movilidad,
desplazamiento y amplitud plena para determinar lo que él quiere hacer con su
vida, mientras no afecte la existencia de los demás.
Así mismo se tiene establecido en la orden masónica, que un hombre de buenas costumbres es aquel, que acata y obedece con naturalidad y por convencimiento las leyes de los hombres del país de donde nació o de donde reside, y de la misma forma también acata y cumple la ley del Dios de su fe, así mismo cumple a cabalidad con sus deberes de ciudadano y es magnánimo y protector de su familia, además de ser tolerante y respetuoso de las ideas políticas, económicas, filosóficas y religiosas de sus semejantes y tanto en su vida pública como privada es un ejemplo para sus congéneres.
Según algunos estudiosos de nuestra orden masónica, estipulan que los términos de hombre libre en masonería provienen del término francés Francmasón, que significa su primera parte “Franc” que significa libre y en la segunda “Masón” que significa albañil, o sea que en conjunto significa o quiere decir albañil libre, que en nuestro idioma corresponde a masón libre, y se determinaba así porque en las épocas de las grandes construcciones los masones podían viajar sin las restricciones de la época.
El terminó de libertad se ha
convertido en el tiempo como la piedra angular de nuestra institución
iniciática, la cual siempre ha estado y estará abierta para aceptar en su seno
a los hombres libres que busquen su crecimiento espiritual interior para el
beneficio propio, el de sus hermanos, el de su familia y al final el de la
humanidad como un todo, pero condicionados a que sean seres de libre
pensamiento y que por lo tanto comprendan y practiquen los principios básicos
de la masonería de libertad, igualdad y fraternidad.
Se conoce a la expresión de las
buenas costumbres como el conjunto de los hábitos que como un todo permiten el
buen vivir en comunidad, siendo que los hábitos o costumbres de hacer las cosas
bien, se convierten en un arte natural y permanente actuar, que implican para
quien las posee, el interactuar en la sociedad utilizándolas inconscientemente,
lo cual conlleva a que quienes actúen así, siempre serán reconocidos por los
demás como portadores de buena reputación, por estar su conducta
incondicionalmente siempre orientada hacia lo justo y lo ético.
En la orden masónica siempre se
ha tenido como principio fundamental, el que para que un profano pueda ingresar
a la orden debe ser un hombre libre de y de buenas costumbres, exigencia que
fue determinada inicialmente en las Constituciones de Anderson de 1723, en las
cuales se indicaba que los iniciados deberían ser siempre “Buenos y leales,
hombres de honor y honestidad” y posteriormente también indicaba al referirse a
las logias en el apartado III, el que “Los individuos admitidos como miembros
de una logia han de ser honrados, de buenas costumbres, libres, de edad
discretamente madura, sin tacha de moralidad ni mal ejemplo”.
Todo lo relacionado anteriormente
nos indica que además de ser un requisito fundamental e inmodificable el que
para el ingresar a la orden, el profano propuesto debe de ser un hombre libre y
de buenas costumbres, condición que posteriormente a su iniciación es también
indispensable el mantener, para no tener impedimento alguno para progresar en
los grados masónicos.
Como conclusión inicial podemos
decir que en la francmasonería no sería ortodoxo ni correcto mantener como
integrantes de la orden, a aquellos iniciados que no sean libres en toda la
extensión de la palabra, ya que el verdadero masón debe ser siempre y en
especial un libre pensador, y además también debe ser respetuoso de sus
hermanos y congéneres en la manera en que ellos ven la vida y sin importar
cuales sean sus convicciones políticas, religiosas, económicas y sócales.
Como segunda conclusión podemos
decir que es fundamental y determinante que los iniciados siempre sean hombres
de buenas costumbres, ya que el masón verdadero siempre ha de destacarse por
ser un hombre humilde, franco, filantrópico y de trato apacible y fraterno con
sus hermanos y congéneres, sin importar las situaciones cambiantes de la vida,
sabiendo siempre reconocer su errores y disculparse por sus excesos o
equivocaciones, así como también el tener siempre la templanza y el talante
masónico para perdonar a sus hermanos cuando ellos le hayan fallado.