Fenecer como semilla para germinar como planta nueva
Como nos es ampliamente conocido
a todos los masones, el primer paso iniciático en la orden es el hacer el
ingreso a la cámara de reflexiones, lugar sepulcral y de la más alta
ascendencia alquímica, en el cual el profano cumple el ciclo vital simbólico de
morir a la vida profana, para posteriormente renacer trascendiendo a una nueva
vida pero aun en el mundo terrenal como iniciado, esto no implica que el
profano al fallecer simbólicamente, deja de ser portador de todos su vicios y
falencias humanas, sino que simbólicamente se compromete como persona y hombre
de honor a trabajar para erradicarlos y así potenciar sus virtudes y cualidades
de buen ser humano.
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Photo by Timon Studler on Unsplash |
Nuestra muerte simbólica a la vida profana nos impulsa internamente a buscar y a aprender a vivir a partir de nuestro renacimiento como iniciados masones y como hombres renovados, a trabajar siempre para encontrar la verdad y la verdadera luz, las cuales nos permitirán ser mejores seres humanos y así poder enfrentar en mejor forma las dificultades del mundo fenomenal y a los embates inesperados del destino, con la fortaleza, la templanza y el altruismo que debe florecer en nuestra alma masónica.
Desde un ángulo diferente,
podemos analizar nuestra muerte iniciática como el proceso interior de dejar
fluir y liberar de nuestra alma y ser masónico, nuestras debilidades y
falencias humanas, así como a hacer los esfuerzos necesarios para controlar
nuestros impulsos, para que como en la mitología el ave fénix sucumbió entre a
las llamas, para posteriormente renacer de entre las cenizas, indicándonos que
este es un ciclo continuo, del que siempre se debe ir de menos a más, lo cual
implica que a partir del renacimiento simbólico a una nueva vida, utilizando
con propiedad la brújula compensada para reiniciar la navegación terrenal, para
que en este nuevo derrotero y nueva posibilidad de vida, nos proyectemos
filosóficamente hacia el bien, haciéndola lo más estable posible, como también
fructífera y dedicada al crecimiento personal mediante el estudio, y a trabajar
para poder llegar a ser mejores en todo y con todos.
El dilema masónico de morir para
vivir se resuelve sencillamente si recordamos la parábola o enseñanza de la
semilla de trigo, la cual para convertirse y renacer en una nueva planta,
ineludible e inevitablemente ésta debe morir, para iniciar en esa forma
el cumplir con su ciclo biológico, para lo cual es fundamental el ser
depositada dentro de la madre tierra, donde debe fenecer cono semilla para
germinar siendo una nueva planta, la cual con el tiempo dará sus frutos y por
supuesto producirá las semillas, que conllevarán al nacimiento de nuevas
plantas, manteniéndose así en el ciclo vital real en el tiempo.
Este dilema masónico, es el que
cumplimos inexorablemente quienes nos iniciamos en la orden, trascendiendo a
ser simbólicamente nuevos seres humanos, al transmutarnos en el cuarto de
reflexiones, denominado el viaje de la tierra, donde fallecemos al mundo
profano, para posteriormente regresar o volver a él mediante el acto simbólico
del renacimiento, pero este renacimiento en el mundo iniciático no es total en
ese momento, ya que para pasar también simbólicamente de ser buenos seres
humanos a ser mejores seres humanos, se requiere el deber de realizar los otros
tres viajes simbólicos complementarios dentro del templo masónico.
Estos tres viajes complementarios
que son los relacionados con el agua, el aire y el fuego, los cuales permiten
complementar nuestro viaje al centro de la tierra en el cuarto de reflexiones,
concluyendo inicialmente nuestro proceso de transformación iniciática, el cual
debe perfeccionarse y complementarse con el estudio y el trabajo masónico, para
así poder iniciar el interminable proceso de dominar a nuestras pasiones,
instintos y falencias humanas.
Otro aspecto de importancia y de
gran interés en el dilema masónico de morir para vivir, es el entender las
similitudes pero no igualdades que tiene este proceso simbólico que cumplimos
en cuarto de reflexiones, con el proceso natural que cumpliremos en el momento
de muestra muerte terrenal en este mundo fenomenal y de la trascendencia al
oriente eterno, ya que para estos dos inconmensurables y épicos viajes, los
deberemos hacer incuestionablemente en la más total y plena soledad, sin llevar
nada más que lo actuado en nuestros correspondientes trasegares, siendo el
primero en la vida profana y el segundo ya en la vida masónica, actuaciones que
están y estarán grabadas indeleblemente en nuestras conciencias, ya que todos
los metales, títulos honoríficos, grados, cargos y demás asuntos mundanos y
masónicos, siempre permanecerán en este mundo terrenal, ya que tanto en el
primero como en el segundo, último y definitivo viaje, nos será imposible
llevar ninguna clase de equipaje.
P.·. V.·. M.·. LOGIA LUMEN No 14